¿Cuándo?
Hace algunos meses, el destacado periodista deportivo Eduardo Bruna en otro medio publicó una columna titulada "¿Cuándo se jodió el fútbol chileno?". Esto a propósito de lo insufrible que se ha convertido para el hincha normal el simple trámite de ir al estadio. Bruna parafraseaba a Mario Vargas Llosa (¿Cuándo se jodió Perú?) y yo parafraseo a Bruna ¿Cuándo el fútbol chileno se transformó en la olla a presión de todas las deudas sociales? Porque el asunto ya no conoce límites. Antes la violencia, y digo antes pensando en diez o doce años porque para atrás nunca hubo problemas, se limitaba al clásico entre Colo Colo y Universidad de Chile. Hoy el asunto ya es un cáncer irreversible, y tenemos problemas en cualquier partido y por cualquier motivo (generalmente sin motivo alguno).
El diagnóstico es muy sencillo: el fútbol chileno es rehén hoy de un grupo específico de vándalos y pungas, que con el miserable argumento del "awante", tienen en jaque al 90% del público. El estadio se transformó en un vía crucis cincuenta cuadras antes de comprar el boleto. Porque los delincuentes van rompiendo las micros, saltando arriba del techo del Metro y asaltando a los pasajeros. En el entorno a la cancha, los macheteros son una plaga y los cogoteos se ven cada cinco metros (como el sábado en el Nacional). Dentro del estadio es otro cuento: la galería les pertenece completamente, los vendedores desaparecieron hace años porque los asaltaban y los baños no existen porque los pungas los rompen. El que quiera ver el partido sentado o quiere llevar a sus hijos tiene que comprar boletos caros, porque en la tierra arrasada es un peligro. Además, si a sus majestades del "awante" el espectáculo no les agrada, rompen el estadio, queman los tablones y los tiran a la cancha. A la salida el asunto no termina: piedrazos, agresiones, asaltos, autos destrozados. ¿Cuándo el fútbol chileno se convirtió en esta porquería? Y no estamos hablando sólo de la "Garra Blanca" o "Los de Abajo", porque esta sopa la tuvimos en Sausalito el sábado y en Iquique el domingo. Cualquier partido termina a los peñascazos.
Habrá sociólogos y antropólogos que explicarán la frustración de la juventud, la represión y las promesas no cumplidas de los gobiernos. ¿Les cuento una cosa? Hace 25 años había más frustración, más represión, 30% de cesantía y el gobierno ni siquiera se daba la lata de prometer. Recuerdo haber visto niños sin zapatos, gente vestida casi con harapos viendo el partido. Entre esa miseria evidente se pudo esperar, y con razón, un estallido violento por frustración y hambre. Pero no, ellos entendían algo fundamental: el fútbol es el espectáculo más lindo del mundo y los verdaderos protagonistas están en la cancha.
Si observamos quiénes son los culpables de la mayoría de los incidentes, las imágenes se reiteran: pailones de entre 12 y 20 años, que seguramente viven a costillas de sus padres y tienen la certeza de que van a quedar libres de inmediato sin son detenidos. ¿Alguna vez se van a pegar un canazo de dos meses para que aprendan? Va a llegar el día que estos pungas van a constituir los únicos espectadores. Lindo fútbol vamos a tener entonces...